sábado, 11 de febrero de 2012

"¡Qué monada!", de Wislawa Szymborska

Le dio por la felicidad,
le dio por la verdad,
le dio por la eternidad,
¡miradlo!

Apenas distinguió entre realidad y sueño,
apenas comprendió que él era él,
apenas chapuceó con su mano nacida de una aleta
una piedra de lumbre y una nave espacial,
capaz de ahogarse en una cucharada de océano,
poco gracioso incluso para la vacuidad,
sólo ve con sus ojos,
sólo oye con sus oídos,
su gran logro lingüístico es el condicional,
usa su razón para increpar a la razón,
en una palabra: es un cero a la izquierda,
pero por la cabeza le rondan la libertad, la omnisciencia y el ser
fuera de la carne tonta,
¡miradlo!

Porque parece existir,
haber llegado a ser de veras
bajo una de las estrellas provincianas.
Vivaz y bastante movedizo a su manera.
Pese a ser un bastardo de un cristal
está harto estupefacto.
Pese a haber vivido una infancia difícil entre las necesidades de la manada
no está mal individualizado.
¡Miradlo!

¡Adelante, aún por un instante,
por un abrir y cerrar de una menuda galaxia!
Que por fin se vea a grandes rasgos
quién será, dado que existe.
Porque es tenaz.
Muy tenaz, a decir verdad.
Con ese aro en la nariz, con esa toga, con ese jersey.
En fin, es una monada.
Pobrecito.
Todo un hombre.

(Wislawa Szymborska)

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