miércoles, 2 de mayo de 2012

"Apunte biográfico", de José Luis Piquero


Pero también a mí­ me partieron la cara
en más de una ocasión. En aquel tiempo
temí­a -como Spender- a los chicos del barrio,
matones con jerseis de Benasque y playeras
que odiaban a las madres y a los niños con gafas.

El miedo, pienso ahora,
es una presa fácil. No se explica
de otro modo la astucia, aquella maña
que se daban para atraparme siempre,
aunque volviera por otro camino
de la escuela o bajase a comprar el pan
a donde era más caro pero estaba más cerca.

Eran hábiles con el cigarrillo,
conocí­an las zonas donde la quemadura
podí­a doler más. Algunas veces
les bastaba el insulto desde lejos.
En los dí­as de fiesta eran más peligrosos
porque tení­an tiempo de sobra por delante
y el escenario idóneo de una calle aburrida.

Y lo que más lamento ya no son los cuadernos
de dibujo manchados de tinta o los tebeos
que un dí­a me quitaron, sino el otro
expolio de mi infancia ignorante y feliz,
la fe ciega en un orden de las cosas,
la armoní­a del mundo que, prematuramente,
hicieron mil pedazos en medio de la calle.

Y sobre todo el odio, el rencor insensato
de tantos años hacia los adultos:
Pasaban en silencio, sin mirarnos.
Siempre llegaban tarde a impedir las peleas.

(José Luis Piquero)

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